Desde hace algún tiempo vengo
prestando atención a cómo me comunico, me expreso y hablo, pero también a cómo
lo hacen las demás. Algunas dirían que “a buenas horas mangas verdes”, pero “nunca es tarde si
la dicha es buena”. Actualmente y afortunadamente, cada vez más oímos que es
muy importante realizar un uso correcto de la lengua, pero las frases hechas
están tan instaladas en el ideario colectivo que obviamos su sentido literal
para quedarnos con su sentido figurado y, muchas de ellas, “las matan
callando”.
Las frases hechas son expresiones
con una forma fija. Tienen un sentido figurado y son de uso común por la
mayoría de los hablantes de una comunidad lingüística, en todos los niveles
sociales y culturales. Su empleo está
muy extendido y son aplicables en numerosos contextos en los que podemos
introducirlas.
Tenemos un sinfín de frases que
nos ayudan a expresar una idea sin hacer necesariamente referencia a esta: “pan
con pan, comida de tontos”, “por la boca muere el pez”, “apaga y vámonos”, “a
la tercera va la vencida”, “quien calla, otorga” o “quien canta, su mal
espanta”; son sólo unos ejemplos.
Sin embrago, “no es oro todo lo
que reluce” y, al igual que la comida precocinada, son de fácil producción (“abrir
y servir”) y pocas veces reparamos en leer sus ingredientes. En cuanto a
ingredientes, no hablo de los principales como el arroz y el pollo que,
evidentemente (y esto habría que corroborarlo), lleva el plato precocinado,
sino a los ingredientes secretos; ya sabéis, los famosos “E” que en el caso de
las frases hechas yo he llamado las “F” de -fobia.
Muchas de estas frases contienen
mensajes implícitos con contenido discriminatorio y excluyente, de tipo sexista, homófobo, xenófobo, etc...
un ejemplo claro de ello serían: “ trabajar como un negro”, “mariquita el
último”, “es un trabajo de chinos”, “maricón el que no bote”, “vas hecho un
gitano” o “hacer el indio”.
Como es bien sabido, “en casa de
herrero, cuchillo de palo” y yo mismo me sorprendo en más ocasiones de las que
me gustaría haciendo uso de algunas de estas construcciones. Comprendo que
están tan arraigadas que es imposible erradicarlas. También sé que “no hay que
hilar tan fino”, ni “meterse en camisas de once varas” pero, al igual que elijo
mi comida, mi ropa y todas las demás cosas materiales (insustanciales e
irrelevantes), tengo la libertad de elegir cómo quiero expresarme. Y, elijo
esforzarme por eliminar de mi lenguaje cualquier forma sexista, xenófoba,
racista, clasista, homófoba, etc...
Ghandi dijo: “Sé el cambio que
quieres ver en el mundo”. Pues bien, no puedo cambiar el mundo pero sí la forma
en la que me relaciono y comunico con él, así que para mí todas esas frases son
tan solo frases “DES-HECHA-DAS”.
(Correcciones Dª Antigua Muñoz)